lunes, 12 de diciembre de 2016

Lugares mágicos son Honduras y Nicaragua.

km. 2980





         La nave continua rodando por Latinoamérica y ya ha llegado a Nicaragua pasando fugazmente por Honduras, concretamente nos encontramos en la isla de Ometepe del lago Nicaragua, un sitio muy especial desde el que escribir estas lineas.


Ya dejaba el Salvador hace algo mas de dos semanas con el sabor agridulce de los buenos momentos vividos y el saber que el camino debía continuar. Así, me tomé el último jugo de naranja antes de cruzar la frontera salvadoreña con Honduras para refrescarme y concentrarme para pasar las siempre impredecibles fronteras. Ya era un poco tarde y decidí quedarme del lado hondureño en la frontera. Al principio no me inspiró mucha confianza por los muchos malandros que pululaban en la busca de algún incauto pero decidí que era mejor quedarmne en algún sitio a exponerme a que agarrara la noche en medio de la carretera. La posada era un polvorín de gente en un ir y venir de camioneros y personas en busca de un mejor porvenir. Incluso había una prostituta de no muy buen ver con su hija pequeña intentando hacer algo de billete con los transeuntes. Todo un tugurio en el que una señora entró por un par de veces en mi habitación para recolocar el cable de la antena de televisión que transitaba entre el patio y su habitación bloqueando la puerta. A todo esto, me acordé de que había dejado todo el dinero que acababa de sacar en un cajero en una bolsa de mi bici y la puerta estaba abierta. Un poco imprudente, pero ahí estaba. ¡Qué alivio! Pasé el día conociendo a algún lugareño y me encamé pronto aunque sin lograr un pleno descanso por el intenso ruído y es que la frontera, nunca duerme.






Llegamos a Choluteca donde Jaime me espera después de unos 100 kilómetros de rodada, un sevillano de nacimiento que con pocos años se fue para Honduras con su familia, la tierra de su padre. Me brinda una magnífica hospitalidad que me permite recuperarme físicamente. Me presenta a un montón de amigos en el bareto de parroquia habitual y tomamos varias cervezas entre bromas y risas. Muchos no se explican qué hago en un país tan peligroso y cómo no me han robado todas mis pertenencias y se ríen, pero yo sé que en el fondo admiran ese espíritu aventurero. La verdad es que aunque podía haber cruzado desde El Salvador a Nicaragua en barco, me tentaba demasiado la idea de poder conocer otro país como este y no me arrepiento en absoluto. Me han tratado como un rey y ya con fuerzas emprendo el viaje hacia Nicaragua.







Paso la frontera a media mañana y ¡menudas colas!. Paciencia Iker, todo llega. De repente, veo como una señora se intenta colar descaradamente cuando va a llegar mi turno y le digo que de eso nada, monada, que a esperar como todos. Continuo hacia la ciudad colonial de León donde mi amigo Juan me ha dado algunos contactos donde quedarme pero sé que no voy a poder llegarbese día y pedaléo hasta que se va la luz. Pido a un campesino que me deje poner mi tienda en su rancho a orillas de un volcán majestuoso. Como siempre, la gente mas humilde resulta ser la mejor. Hago una fogata para espantar los zancudos y me dice dónde me puedo dar un baño con una manguera entre los campos de maíz. Tiempo para pensar mirando al fuego en un primitivo gesto que me atrae.



De camino a León me cruzo con otro cicloviajero en dirección contraria y, cómo no, los dos nos detenemos para charlar un rato. Él viene desde la Patagonia y quiere llegar a Alaska. Compartimos una buena charla y me ofrece un trago de coca-cola que sale de una botella de dos litros que lleva en la bici. Una pena que estemos yendo en diferente rumbo porque hubiera sido bueno compartir ruta unos días con Josetxo, auténtico personaje de los buenos.





Paso un par de días en León en un hostal muy pintoresco con otros viajeros. Aprovecho para comer mejor cocinándome yo mismo y así llenar los depósitos de vitaminas y buenos nutrientes. A veces, uno come lo que se va encontrando por el camino y no siempre es lo más adecuado para el cuerpo, máxime cuando me tengo que valer de mi energía física para avanzar en la ruta. Llevo ya un tiempo largo sin gafas de sol y decido ir a buscar unas. Me encuentro con un señor que se llama René Madariaga, de raíces vascas, que me quiere preparar unas gafas a partir de unas monturas usadas y unos cristales de otras gafas que quiere incrustar el la montura. Después de media hora, tras varios intentos, lo logra y con las gafas listas le pregunto por una funda y me saca unas gafas nuevas con su caja y me dice,,, llévate estas que son mejores y tienen funda. Increíble, pero la verdad es que tenía razón, buenos anteojos. Lo mejor de todo es que conozco a este señor de 84 años que sigue dando guerra. Tiene una vitalidad pasmante y me relata brevemente su vida llena de aventuras por otros países. Al parecer, había sido piloto de carreras de coches y motos y había ido hasta Japón. Un personaje digno de conocer.





Tengo ganas de olas y voy a conocer un sitio idílico que me ha sugerido un amigo argentino en El Salvador. No defrauda. Buenas olas, poquísima gente y una larga playa donde perderse y comer pescado fresco. Allí conozco a otros españoles que también surfean y colegas de profesión aunque uno de ellos ha decidido pasarse al gremio hostelero  montando una marisquería en León. Quiere vivir cerca de las olas y ha visto la oportunidad de montar un negociete que parece que tiene bastantes posibilidades. ¡Toma ya!

El dueño del hostal se llama Ernesto y es una pérsona muy interesante que merece la pena conocer. Ha sido revolucionario, contrarevolucionario, exiliado en los Estado Unidos y volvió por fin a reclamar sus tierras y pertenencias para retirarse cerca del mar donde vio cómo llegaban algunos surfistas y de ahí que fue adaptando su casa en forma de hostal. Necesita ayuda porque tiene esclerosis múltiple, pero no es algo que le frene ni mucho menos con ganas de ayudar a sus vecinos y con una actitud positiva ante la vida. Muy inspirador, sin duda.







He surfeado yo solo olas increíbles, un lujo que pocas veces te puedes dar en tierras vascas. Sin embargo, se extrañan los buenos amigos de Bilbao con los que compartir esas maravillas maremotrices.








Continuo hacia la laguna de Apoyo, que se encuentra en el cráter de un volcán y me refugio en otro hostal de viajeros. El sitio es increíble aunque la atmósfera del hostal no me va mucho. Cada vez me atrae menos el ambiente de mochileros superficiales que van recorreindo Centroamérica como si de un tour turístico se tratara con paradas estipuladas. Conversaciones superficiales que no me llenan mucho y parto al día siguente hacia la costa nuevamente.





 Encuentro un camping con buena vibra donde acampar por unas pocas córdobas y cocina para preparar la comida. Nada mas llegar, me reciben con gran calidez y una pareja de españoles que llevan años fuera de la patria me ofrecen un plato de lo que estaban preparando. Juantxo es canario y Lila de Barcelona aunque ya se considera del mundo, propiamente dicho. Surfeamos juntos y compártimos buenos momentos en los que tocamos música intercambiando instrumentos de viento, cuerda y percusión. Las olas me encantan y es en la última tarde que veo desde el agua el atardecer mas bello que he apreciado nunca. A un lado una espléndida luz clara dorada y al otro un arcoiris doble gigante, como si de la puerta del cielo se tratara. En el agua nos encontrábamos unos 10 surfistas de diferentes nacionalidades, en su mayoría anglosajones y franceses que no parecían muy emocionados. Entre estos se encontraba un chico de rastas que exclama... ¡ché! ¡qué lindo loco! ¡pero dónde estamos!

Ahí es donde se nota dónde está la gracia de vivir y en qué países gana la emoción ala razón. Por un momento me siento contento de venir de donde vengo. Surfeo con muchas ganas y doy gracias por ese bello momento.







Me vengo para la isla de Ometepe, otro lugar mágico lleno de magnetismo. En ella se encuentran dos volcanes que rodeo con la bicicleta. Llueve bastante y el viento es fuerte. En verdad se siente que es un sitio singular pero yo estoy cansado y decido quedarme en el refugio a descansar por un día aprovechando la excusa de la lluvia y así, escribo por fin. Siento que son muchas letras para una entrada pero hay veces que no es fácil encontrar Internet. Espero que no se os haga muy pesado.




Mañana parto hacia Costa Rica y creo que lo voy a pasar algo rápido por lo caro que es todo. Me va a tocar buscarme la vida para dormir y no gastar tanto. Quizás los bomberos me den chance.



Escuchando el nuevo disco del Cigala, desde este cyber en el pueblo de Moyogalpa, me despido de todos vosotros con un cariñoso beso, abrazo y saludo.






.... a caballo vamos pa´l monte!!