domingo, 12 de marzo de 2017

Paradita en Medellín.

km. 4935




         Después de tanto pedalear, me apetecía quedarme en algún sitio donde poder echar una mano allí donde me necesitaran y que ala vez pudiera disfrutar aquel lugar con una esencia bonita.




Por eso me vine a quedar en Medellín, ciudad que hace dos años, en un viaje anterior, me enamoró y a la que sabía que volvería mas pronto que tarde. Buscando una escuela en la que ayudar, encontré Ciudad Don Bosco gracias a Leyre, una bilbaína que ya lleva dos años trabajando aquí. El centro es un lugar donde conviven muchos niños que han pasado por situaciones difíciles en las familias y el conflicto armado colombiano y se ven acogidos por los Salesianos que les dan alojamiento y mucho cariño para que se sientan como en casa. En ocasiones, comenzado el curso académico faltan profesores y ahí es donde entraba yo, en un grupo de 3º de Primaria donde las edades de los niños oscilaban entre los 7 y los 16 años. Todo un reto.





Nada mas ver las instalaciones me dijeron que sí me podía incorporar al día siguiente y no dudé pues era la oportunidad perfecta para ejercer mi profesión con unos niños que de verdad lo necesitaban. Esta vez me tocaba dar todas las asignaturas del curso y la falta de experiencia me llevó a preparar durante muchas horas materiales que poner en práctica durante las 5 horas seguidas que estaba con los muchachos. El trabajo no era fácil pues con un grupo así se requiere de mucha paciencia y mano izquierda pero las dificultades eran superadas con el inmenso cariño que estos niños me daban. Es ahí cundo te das cuenta de que vale la pena luchar y dejarse la piel en el salón de clase.

Entre tanto, los eventos y amigos no paraban de aparecer con planes suculentos para ir a bailar y es en este arte, el de la salsa, en el que me he dejado caer por garitos de la calle 70 donde los fieles salseros acuden al son de la clave y el tambor. Como insignia, el bar Tíbiri-Tábara es un sitio muy especial donde personas de todas las edades se reúnen desde hace 20 años en una especie de sótano en el que el termostato de la temperatura no deja de subir hasta las 2 de la mañana. El calor es tal que con dos canciones seguidas estás encharcado y las paredes sudan literalmente. No habrá refrigeración ni ventilación pero el sabor sale por los poros y el almizcle embadurna los sentidos disfrutando de la música con esa chica que acabas de conocer y que quién sabe si habrá segunda ronda. Varias noches me he quedado "solo" en el local con el simple pretexto de bailar.

Los paisas, naturales de Antioquia que es la región donde se asienta Medellín, son gente espectacular que te brinda una de las amabilidades mas grandes que yo he visto y te hacen sentir como en casa. No he tenido ningún problema con nadie sino, todo lo contrario, no han hecho mas que agasajarme con ofrecimientos para unirme al "parche", que es como le llaman al plan de amigos. Son dos meses que se me han pasado como un día y quedarán en un dulce recuerdo el día que me vaya.



Una de las ilusiones de este viaje era poder llegar a tiempo para el carnaval de Brasil pero como todo en esta vida no puede ser, al menos todo junto no, tuve que contentarme con estar en tan buen lugar. Sin embrago, mi amigo Manolo me llamó rápidamente para avisarme de una oferta de unos billetes de avión para ir a Barranquilla en su laureado carnaval. Allí dicen que "el que lo vive es el que lo goza" y no me lo pensé dos veces y al día siguiente ya estábamos en los eventos de esa fiesta donde se celebra la vida al mas puro estilo caribeño en un lugar donde se respira el salitre de batallas marinas épicas. La fiesta es en la calle y está abierta a todas las personas así que nos mezclamos entre los lugareños y vivimos ese carnaval que tanta falta me hacía para cumplir ese sueño realidad.







Ya la tierra llama y si bien se puede decir que soy un culo inquieto que tiene en el viaje un estilo de vida; mi familia, amigos y bravura del mar cantábrico me hacen mucha falta. Es por eso que en pocos días engraso de nuevo la cadena de mi nave rumbo a Bogotá donde cogeré un vuelo hacia la Madre Patria, como dicen aquí. El camino ha de sucederse despacito y disfrutando de cada momento, por lo que mi intención es completar los kilómetros que separan Barcelona de Bilbao surcando los Pirineos y entrando al País Vasco como la ocasión se merece. Ya pronto espero estar entre un buen Bacalao al Pil Pil como Dios Manda. Mientras tanto, disfrutaremos de los atributos de la espectacular Colombia la cual se ha convertido, sin duda, en uno de mis países favoritos por su sencillez, colores, diversidad y sabor.




Un agradecimiento muy especial a todos los que han hecho este sueño posible.

Nos vemos en la carretera.